amén
para mamá y la abuela,
ahora que cantáis alegres de verdad...
El reloj marca las 18:56. Llegamos tarde, una vez más.
El calor es asfixiante, el sudor inevitable.
Los viejos ventiladores intentan aplacar el ahogo, derramando un poco de tenue aire a su alrededor.
Nos sentamos en los bancos del lado izquierdo. La abuela, mamá, yo y mis hermanas. Papá siempre está delante, en el órgano, preparado para empezar a tocar en el momento indicado. Los demás ocupan sus asientos ya.
19:01, el pastor da la bienvenida y todos en pie empezamos a cantar. Sonido de guitarras, pandereta y algunos damos palmas. Manos levantadas, amenes por doquier. La abuela empieza a cantar por su cuenta las canciones que le apetecen y ora en voz alta por la paz en toda la redondez de la tierra...Más amenes y aleluyas. Mamá se abanica sin parar con su abanico de papel, las demás hermanas también, hace tanto calor...
Llevamos media hora cantando y no parece que vaya a terminar por ahora, tengo que hacer pis. Salgo al patio y me asalta una bofetada caliente en mi pequeño rostro. Me encamino al servicio... Huele a pino, la parra ya está cargada de uvas y sigo oyendo las voces cantar, cada vez más lejanas, como un sueño del que no quiero despertar...
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