
llegó a casa extenuada. abrió la nevera buscando algo de comer. un trozo de queso mohoso, dos manzanas viejas, un cartón de leche prácticamente acabado y una botella de vino, enterita. se echó un vaso generoso del tintorro y se tiró en el sofá. encendió el televisor. por más veces que cambiara de canal siempre encontraba la misma programación. estaba acostumbrada, el teletienda había terminado por ser su programa favorito. nada de gritos, de desastres naturales, de guerras, asesinatos, corrupciones...sólo gente feliz, musculosa, guapa, gente que disfruta de la vida y que ha encontrado el nirvana con los aparatos de gimnasia, los electrodos reductores de grasa corporal, los robot de cocina mágicos que te hacen de todo sin trabajar nada, las joyas de oro puro de 400 kilates y 200 diamantes que cuestan 50 euros. eso era vida. se quedó dormida. no había puesto el despertador, pero, daba lo mismo. esa noche la habían despedido del restaurante en el que había trabajado durante 25 años. demasiado vieja, le habían dicho, reestructuración y progreso, le habían dicho, nueva cocina y modernidad, le habían dicho.
cómo brillaba toda la manzana con el resplandor del fuego que salía del restaurante, qué orgasmo para los sentidos de una cocinera vieja, desfasada y fuera de lugar en la nouvelle cuisine...de momento, ya se había cobrado parte del finiquito.
y mañana sería otro día...
foto: diego fernández